“Alas”
Había una
vez un reino que estaba gobernado por un rey y una reina que eran jóvenes, guapos
y estaban profundamente enamorados.
La reina
era, según la gente del reino, la mujer más bella, tenía el pelo largo y rubio,
unos ojos grandes y verdes y algo muy característico,
tenía una mancha en la piel en forma de alas. En el pueblo se decía que la
mancha era porque su belleza se podía comparar con la de un ángel.
El rey no se
quedaba atrás, también era muy guapo y todo un caballero. Cada día le decía a
su mujer lo mucho que la quería y lo feliz que era estando con ella.
Todo era
perfecto lo único es que echaban de menos tener un bebé.
Y así fue,
la reina se quedó embarazada y 9 meses más tarde dio a luz a una preciosa niña
que había heredado la belleza y mancha en forma de alas de su madre. En palacio
todo era alegría y felicidad.
El tiempo
fue pasando y la princesa fue creciendo felizmente.
Según la
princesa se iba haciendo mayor, su madre la reina intentaba hacerla entender la
importancia que tenía el amor a lo largo de la vida. Ella siempre le decía a su
hija que siguiera sus pasos y eligiera al hombre adecuado para así poder ser
feliz.
Un día llegó
una carta a palacio, la cual decía ser urgente. La reina leyó la carta y mandó
hacer sus maletas inmediatamente. El rey y la princesa preocupados, preguntaron
qué era lo que ponía en esa carta. La reina les contó que su hermana que
gobernaba otro reino estaba muy enferma y que tenía que estar con ella y
ayudarla en lo que fuera necesario.
Antes de
despedirse quiso hablar con su marido el rey y le hizo prometer que mientras
ella no estuviera debía continuar haciéndola entender a la princesa, la
importancia del amor tal y como ella lo haría. El rey no dudo en prometer a su
mujer que lo cumpliría.
La reina se
fue al día siguiente, después de despedirse de su amada hija y de su adorado
esposo y todos en palacio se quedaron muy tristes.
Una tarde el
rey se acercó a la habitación de la princesa, llevando en sus brazos un enorme
regalo. El rey la dijo que ese regalo era para ella y que lo abriera. La princesa
emocionada al ver el tamaño del regalo corrió hacía él y sin decir una palabra
lo abrió. Era una enorme manta, hecha con un hilo tan dorado como sol y con un
hilo tan brillante como la luna. Su padre, el rey comenzó a decirle hija: cuando los hilos para hacer una manta no
se corresponden la manta se rompe rápido, cuando uno de los hilos es mejor que
el otro la manta resiste un poco más, aun así también se termina rompiendo,
pero cuando los dos hilos que se juntan son buenos y además se unen bien, la
manta que sale de ellos es eterna.
Los días iban
pasando y la princesa estaba siempre triste porque nunca se había separado de
su madre y la echaba de menos.
Un día decidió
salir a dar un paseo a caballo. Bajo al establo y pidió al chico que se
encargaba de limpiar y atender a los caballos que le pusiera la silla a uno de ellos para salir
a dar un paseo. El chico nervioso y mirando hacia abajo fue corriendo a coger
el caballo y se lo llevó a la princesa. La princesa se montó y salió a pasear
por el bosque. Cuando volvió se sentía bastante mejor, el paseo le había hecho
por un rato olvidar la falta de su madre.
Al día
siguiente la princesa volvió al establo dispuesta a volver a dar ese paseo. Al llegar
el chico corriendo fue a ponerle la silla al caballo y antes de que la princesa
se montará le preguntó al chico si él podría enseñar algunas cosa sobre los
caballos. El chico lleno de vergüenza no podía creer que la princesa le estuviera
hablando. Después de unos minutos reaccionó, levantó la cabeza y le contesto
que por supuesto y la princesa le vio la cara por primera vez. Era el chico más
guapo que jamás había visto, rápidamente y sonrojada, subió al caballo y se fue
a dar el paseo.
Una vez más ese
paseo le sentó muy bien pero esta vez no pensaba en su madre sino en el chico
de los caballos.
Después de
este día la princesa bajaba a ver a los caballos todos los días y daba un paseo.
Cada día que pasaba iba hablando más con el chico. Este la enseñaba cosas sobre
cómo se cuidaba a los caballos, que comían, etc. y la princesa empezó a
enamorarse de él.
Un día cuando
el rey llegaba de una de sus cacerías a caballo, vio a la princesa en el
establo hablando con el chico. El rey que recordó la promesa que le había hecho
a la reina, se enfureció y al llegar al establo le dijo al chico que estaba
despedido y que no volviera nunca más. La princesa intentaba explicarle a su
padre que era su amor verdadero pero el rey no quería escucharla, hasta que cayó
al suelo y se dio con un hierro que le hizo una herida en la muñeca. El chico que lo vio
quiso ayudar a la princesa pero los hombres que trabajaban para el rey le
cogieron y le sacaron de palacio.
La princesa
estaba tan triste y enfadada con su padre que por la noche se levantó cogió su
manta, se escapó de palacio y fue a visitar a una bruja.
Cuando llegó
le pidió un conjuro para demostrar a sus padres que ese chico era el amor de su
vida. La bruja le contestó que no valía con que ella lo quisiera sino que
también debía ser correspondida y por tanto era necesario que el chico la amara
tanto como ella le amaba a él y le preguntó si no recordaba las palabras que le
dijo su padre cuando le regalo la manta. La princesa sorprendida y convencida
de que ella podía ayudarla le contestó que haría lo que fuera necesario. La bruja
le dijo que con ese conjuro ella sabría si él realmente la amaba, pues la
esencia de las personas permanece siempre, sea cual sea el cuerpo que tengan. También
la advirtió que el conjuro tenía un plazo y que si no conseguía que la amara con
un cuerpo distinto, se quedaría así para siempre. La princesa aceptó y la bruja
le dio una cereza y la dijo que cuando se la comiera comenzaría el conjuro.
La princesa
volvió a palacio y escribió una carta a sus padres donde explicaba lo que iba a
hacer.
Cuando terminó
cogió la manta que su padre le había regalado, fue al bosque y se comió la
cereza. De repente todo su cuerpo comenzó a brillar y a cambiar hasta que se
convirtió en un hermoso caballo blanco.
La princesa
no se lo podía creer, la bruja no le dijo que no podría hablar. Asustada corrió
por el bosque sin saber muy bien hacia donde ir, hasta que se quedó sin fuerzas
y se durmió debajo de un árbol arropada con la manta.
Cuando despertó
comenzó a oír voces de personas y la dio miedo que la cogieran así que corrió
por el bosque hasta que ya no sabía dónde estaba.
Los días fueron
pasando y la princesa intentaba sobrevivir en el bosque sin ser vista. Ya estaba
muy sucia, manchada por todas partes, tanto como la manta en la que ya no
brillaban sus finos hilos. Además la herida que se le había hecho en el establo
se había infectado y se le había quedado la cicatriz.
Intentaba acercarse
a los pueblos, lo más cerca posible pero sin ser vista para intentar encontrar a
su querido chico de los caballos, pero no conseguía verlo.
En otro
reino vivía un príncipe al que sus padres los reyes le habían educado para que
fuera el príncipe perfecto. Había tenido a lo largo de su vida tantas normas
que casi no tuvo tiempo para jugar. Desde pequeño deseó tener un caballo pero
sus padres pensaron que eso le distraería mucho y que no lo tendría hasta que
fuera responsable. El príncipe fue creciendo y creciendo y un día le pidió a
sus padres que por su próximo cumpleaños quería el caballo que tanto había
deseado. Los padres consideraron que ya estaba preparado y mandaron a sus
hombres en busca de un caballo.
En el bosque
la princesa comenzó a oir voces de muchos hombres. Cuando se quiso dar cuenta
estaba rodeada, la ataron con cuerdas y la llevaron a palacio.
Una vez allí
intentaron limpiarla antes de que el príncipe la viera pero la yegua no quería
que nadie la tocará ni a ella ni a su manta. Mordió a varios hombres y parecía estar
completamente salvaje.
Cuando algunos
de los hombres empezaban a decidir que no era apropiada para el príncipe, este
apareció y pidió a todo el mundo que la dejaran tranquila, que no la tocaran.
La yegua
cuando vio al príncipe quedó completamente inmóvil, no se podía creer lo que veían
sus ojos, aquel príncipe era ¡el chico de los caballos!
Al día
siguiente el príncipe fue a verla pero como sabía que no quería que nadie la
tocará el ni lo intentó, solo hablaba con ella como si de una persona se
tratara. Descubrió que tenía una mancha con forma de alas y le puso ese nombre
Alas.
Los días fueron
pasando y el príncipe estaba todo el tiempo que podía con su yegua, contándole su
vida y todo lo que le iba pasando. Así Alas entendió lo que hacía un príncipe cuidando
a los caballos de otro palacio, y es que su deseo era tan grande que se
escapaba de su propio palacio para cuidar los caballos que a él no le dejaban
tener.
Alas solo se
dejaba tocar por el príncipe, pues tenía que hacerle saber que era la princesa,
pero no sabía muy bien como.
Un día como
tantos el príncipe fue a ver a Alas y le contó que sus padres le habían organizado
un baile para que contrajera matrimonio. Este duraría tres días y el primero
sería al día siguiente.
Alas no
sabía qué hacer, además se la acaba el tiempo, comenzaba a sentir que a veces
tenía actitudes que no eran muy propias de ella, como por ejemplo se volvía
loca cuando veía una zanahoria y a ella no le gustaban, o se revolcada por el
establo de un lado hacia o el otro y daba coces.
El día del
primer baile, al terminar el príncipe fue a ver a Alas y le contó que había
sido un aburrimiento, que le habían obligado a bailar con un montón de chicas
que él no quería y añadió que ojala Alas fuera una mujer porque con ella podía
ser el mismo, ella hacía que fuera feliz. Alas fue hacia el príncipe y le
acarició la cara con el hocico.
En ese
momento Alas pensó que todo había terminado, que el conjuro había acabado, pero
no fue así.
El príncipe se
fue a dormir pensando en que Alas parecía realmente entenderle, hasta le había
hecho una caricia.
Al día
siguiente después del segundo baile, antes de que al príncipe le diera tiempo a
decir nada Alas cogió con la boca la manta y se la dio. El príncipe sorprendido
por el comportamiento de Alas sin decir ni una palabra se fue a la habitación. Allí
comenzó a pensar en que ese comportamiento no era normal además descubrió que
la manta que Alas no había dejado tocar a nadie estaba hecha de oro y plata, al
lavarla vio que era tan dorada como el sol y tan brillante como la luna y comenzó
a preguntarse de dónde la habría sacado y de dónde vendría Alas además ¿porqué tendría
una yegua una manta así?
Al tercer
día Alas sabía que no le quedaba nada por hacer, que ese día elegiría a la
princesa con la que casarse y que ella viviría siempre como un caballo. Pero a
mitad del baile el príncipe apareció, entró dentro del establo cogió la pata
delantera de Alas y dijo seas un caballo o seas una princesa eres la que me
hace feliz. Sabía que eras tú, esa cicatriz te la hiciste el día que a mí me
echaron del palacio. Se acercó la abrazó y la susurró al oído…te amo.
De repente
el cuerpo de Alas comenzó a brillar y recuperó su cuerpo de princesa.
Al día
siguiente fueron los dos al palacio de Alas y sus padres no podían estar más
contentos. Había sucedido lo que ellos más querían, su hija había encontrado el
amor verdadero.
Bueno.. has hecho una mezcla entre toda clase de pieles, la sirenita y otros cuentos.
ResponderEliminarComo adaptación de Toda Clase de pieles solo puedo ponerte un "vale", porque no has respetado el esquema del cuento:
- La protagonista es feliz en su casa
- Alguien de su familia intenta obligarla a hacer algo que es imposible.
- Ella pide regalos complicados para retrasar el momento de cumplir lo que no puede cumplir.
- Los regalos llegan.
- Ella no tiene más remedio que huir para no hacer lo que no desea.
- Se ve obligada a sobrevivir.
- Es encontrada y llevada a otro reino
- Allí oculta su personalidad y trabaja en labores muy por debajo de su categoría.
- Se enamora y juega con su doble personalidad.
- Utiliza su astucia para enamorar al chico.
- El chico la descubre y se prometen.
- Son felices para siempre.
En una adaptación hay que respetar el esquema. Pueden cambiarse los personajes (en vez de una princesa puede ser un chico, un animal, etc...) (en vez del padre, quien la obliga puede ser cualquier persona de su familia, etc...) pero no se pueden cambiar los roles.
Pueden cambiarse los objetos, las pruebas, los lugares en los que vive... pero hay que respetar el esqueleto.